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Su infancia es única e irrepetible.
De ti depende que te recuerde débil o capaz de estar a la altura.
Llevas en brazos a tu bebe a media noche y sientes como tu espalda.
Se agarrota.
Se tensa.
Y cruje como un suelo de madera de una casa del año 1883.
Te agachas a dejarlo en la cuna.
Te reincorporas y te preguntas.
Si algún día dejaras de sonar como una bisagra oxidada.
Y llegan esos maravillosos y preciosos 6 meses.
Que pasa de estar todo el día tumbado.
A estar sentado o gateando.
Y sin previo aviso.
Te toca bajar allí abajo.
Al suelo.
Bajar, bajas fácil.
Sin embargo cada subida te recuerda que no estas hecho para sostener su infancia.
Llevarlo en brazos.
En mochila.
En caballito.
Ayudarle en sus primeros pasos.
Tiene algo en común.
Que necesitas que tu espalda sea un ejemplo, no una excusa.
Es triste decirlo pero la infancia es un abrir y cerrar de ojos.
Y tú la estas viviendo con el foco en la espalda.
En vez de en el brillo de sus ojos.
Sabes lo que te duele.
Sabes lo que te estas perdiendo.
Y además sabes también que no quieres seguir así.
No estas roto.
No estas viejo.
Solo estas desconectado de un cuerpo que lleva pidiendo mucho tiempo ayuda.
Lo que necesitas es recuperar el control.
Volver a confiar en tu cuerpo.
Moverte sin miedo.
Sin calcular cada paso.
Y eso empieza aquí.
Con tu cuerpo.
Con el suelo.
Con solo 1 metro cuadrado.
Te enseño a usarlo bien.
Convertirlo en una navaja suiza.
Que te va permitir.
Encender la fuerza que llevas dentro.
Despertar la movilidad que tu cuerpo ha olvidado.
Y sobre todo, a vivir su infancia.
Sin excusas.
Sin perderte lo mejor.
Por que su infancia no se repite.
Y tu aún estas a punto de vivirla entero.
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